sábado, 22 de septiembre de 2012

3ra crónica


 

El estudiante trabajador

 

Lina Isabel es la mejor amiga de mi hermana, las dos estudiaron toda la secundaria en el mismo colegio. Recuerdo que iba todos los domingos a mi casa hacer tareas o a ver películas con toda mi familia; así fue que la conocimos, porque sus visitas se hicieron frecuentes y la verdad no nos molestaba. Ella prácticamente vivía sola y de en casa en casa con algunos familiares, su mamá siempre ha vivido y trabajado en Pangotes, desde allá le manda dinero para sus estudios, los alimentos y demás necesidades.

A Lina siempre la he considerado una niña, como decimos en mi tierra, “berraca”; desde que estaba en el colegio esperaba los sábados con ansiedad para ir a trabajar atendiendo una tienda y así ayudarse económicamente: a las de seis de la mañana tenía que estar atendiendo hasta las nueve y media de la noche, era pesado porque como todo joven madrugar todos los días no es tan fácil y más un sábado donde se quiere dormir un poco más de lo normal.  También llevaba al colegio Choco Break y Bombombum para venderles a sus compañeras e incluso a sus maestros, sin importar que la amonestaran por esta falta. Las vacaciones no eran sinónimo de descanso sino de trabajo y  de buscar la manera de conseguir dinero, entonces a veces era mesera de un restaurante, de aquellos que no son tan reconocidos, otras veces seguía de tendera y cuando no conseguía nada más, recurría a vender sim cards de Movistar.

Haber terminado sus estudios de secundaria fue para ella haberse liberado de un gran peso, porque a pesar de tener claro que para ser alguien en la vida la única solución es el estudio, sabía que este le impedía un poco trabajar no solo para ella sino también para ayudar a su madre que se encuentra lejos. En este primer semestre del 2012, se dedicó plenamente  a trabajar y a pensar qué iba a estudiar.

Hace aproximadamente un mes, inició su carrera de derecho en jornada nocturna para en el día laborar en un restaurante del centro comercial la Florida. Entonces desde hace unas semanas se levanta a las cinco de la mañana a asear la pieza donde vive, hacer el almuerzo y a realizar los deberes de la universidad; para después cumplir  con el turno de doce del mediodía a cinco de la tarde. Durante las tardes de trabajo, Lina se dedica a atender los clientes del restaurante: les pasa la carta, les toma el pedido y les sirve los alimentos siempre con una cara amable y una sonrisa, názcale o no. A pesar de que ella no es de las personas que se vive quejando  por lo que tienen y por lo que hacen, sé que ahora es más difícil, sus ojeras y delgadez son una prueba de ello.

Ya no nos visita tan seguido, a pesar de que todos los domingos mi papá y mi mamá la invitan a almorzar, quizás porque el cansancio de la semana se lo impide, es lo más probable, y prefiere quedarse durmiendo en donde vive. Mis padres siempre han estado muy pendientes de Lina, la considera como una hija más, y es tanto el cariño que ella los llama “papás” y hasta a mi me dice “hermana”. Cuando hablamos noto su cansancio, pero también su fuerza y las ganas de salir adelante, de ser abogada y de hacerle la vida más fácil a su madre que es igual de trabajadora y juiciosa a ella. Más allá de su complicada  rutina, lo que más le cuesta es vivir alejada la mujer que le dio la vida y de su hermanito menor.

Aunque estudiar y trabajar requiere de esfuerzo y mucha dedicación, Lina se siente a gusto con todas las cosas que hace y nunca desiste de sus metas y de todo lo que se propone. El trabajo para ella es indispensable y esto la ha hecho una persona madura e independiente a sus 17 años, por lo tanto no soporta tener que pedirle dinero a su familia y evita preocupar a su mamá con sus carencias y problemas que se le presentan día a día. Su trabajo y estudio no le quita el espíritu alegre y rumbero que la identifica, de manera que en los espacios libres que le quedan los ocupa en el cine, en barricada (sitio de música rock)  y visitando mí casa.

Los estudiantes como ella, aquellos que trabajan para pagarse su misma educación e incluso su alimentación, son la muestra del esfuerzo y responsabilidad con ellos mismos; estas personas son aquellas a las cuales nada les queda grande, luchadoras e incasables que se forman no solo como expertos de alguna disciplina sino como profesionales de la vida.

 
Por: Yesenia Jaimes Guerrero